jueves, octubre 26, 2006

En mi vida pasada fui Juanse, de los Ratones Paranoicos.

Más allá de las connotaciones ideológicas, la bakelita siempre me pareció un material mucho más simpático que el silicio. Eso, y que a la tabla periódica le falta Karina Jelinek (nomenclada como Ko), son mis descubrimientos en aras de conseguir el Nobel.

PRIMERA CONNOTACION
Es posible ver imágenes satelitales increíblemente detalladas de cualquier parte del planeta. Es posible comunicarnos con cualquier persona del mundo en tiempo real, hablar, ver. Es posible que un auto te diga para dónde tenés que ir. Es posible conseguir cualquier disco, cualquier película. Es posible coger independientemente de la edad que se tenga. Ahora bien, que todavía no se pueda fumar, beber y comer todo lo que se desea, sin que haya alguna pastilla que anule los efectos secundarios, me parece imperdonable. Cuántos agujeros quedan por llenar, cuántos....

SEGUNDA CONNOTACION
Me revienta soberanamente esa moda de parricidio literario llevada a cabo por sujetos que hacen gala de un pretendido cinismo y condescendencia. Ahora resulta que Cortázar escribía mal. Parece que está bien, que te hace más intelectual que no te guste Cortázar, o que te haya gustado cuando eras adolescente y ahora lo mires de reojo con una sonrisa condescendiente. Todavía estoy esperando que alguno de ésos escriba alguna vez algo que valga un poco más que una puteada por lo bajo. Fuck.

TERCERA CONNOTACION
Ariel Minimal es hermano de Bebe Sanzo. Y después dicen que Dios no juega a los dados.

CUARTA CONNOTACION
Galletitas Opera versus galletitas Champagne. En mis años de primaria, las Champagne eran para bacanes, mientras que las Opera eran más bien proletarias.

Ojo, es cierto también que si tuviera que elegir entre ser un paraguas o una sombrilla, preferiría el paraguas, aunque sea por las razones incorrectas.

viernes, octubre 20, 2006

Ocho minutos como árboles.

Dos gotitas de ajenjo, una hoja de ruda siberiana, gramos de supernova macerada en aceite de damasco semi virgen, una pizca de materia gris diluida en cinco mil litros de hidromiel. Agregue gofio a gusto, y sirva.

PRIMERA CUCHARADA
Hay variedad de respuestas si se es adolescente y ha sido pescado en estado de ebriedad por madre a las siete de la mañana. Un gran amigo, ante la requisitoria maternal, ha dicho en su momento, desde el suelo: “Sí, estoy borracho, pero ¿soy o no soy un buen escritor?”

SEGUNDA CUCHARADA
Cosas Contra las que mi Cinismo No Puede Ni Podrá, hoy: cuatro películas de Subiela, El lado oscuro del corazón, Hombre mirando al sudeste, Ultimas imágenes del naufragio, No te mueras sin decirme adónde vas.

TERCERA CUCHARADA
Vuelvo a mis siete años, e imagino la siguiente escena: “Tío, hay un pibe en la escuela que me quiere pegar, no me deja en paz”. Tío, desde el sillón, enciende un habano y con una calma espeluznante, me tranquiliza: “Le haré una oferta que no podrá rechazar”.

CUARTA CUCHARADA
Dicho por el hermano de un amigo: “Yo pensaba que Juan Cruz Bordeau era un capo, hasta que me enteré cuántos años tiene”.

Cuando todo a tu alrededor parezca una película de Lecci, estate alerta, pues probablemente te estés transformando en Gastón Pauls.

viernes, octubre 13, 2006

Esteeee, mmmhh, no quiero joder, Don Jesús, pero sigo sin ver nada.

Idea para una novela: un sujeto descubre las implicancias morales de ser una ameba y enloquece ante el hallazgo. Se fuga a Asunción del Paraguay disfrazado de caja de cubiertos y termina regenteando un prostíbulo temático: todas las empleadas son bizcas.

PRIMERA AMEBA
[ ] en este espacio debería ir un comentario sobre Arjona. Está en blanco, porque Arjona en sí mismo es una redundancia.

SEGUNDA AMEBA
Imagino la siguiente escena: 1916, Dublin, Joyce en un bar con amigos. “¿en qué andás, loco?” “acá ando, estoy escribiendo un librito....”

TERCERA AMEBA
Por cosas como ésta he dejado de creer en Dios. O por lo menos de considerarlo tan bueno como dicen. El que iba en el Renault 19 era mi viejo (no dar bola a la edad que figura en la nota). A ver si todavía era cierto eso de que hierba mala....

CUARTA AMEBA
Chancho Piluqui para armar: título que no tenga nada que ver con lo que siga, obertura falsamente surrealista, o por lo menos absurda, desglose en cuatro partes del cuerpo mayor del texto, ordenadas en función de alguna palabra aparecida en la obertura, enumeración de observaciones cínicas, rememoraciones nostálgicas, alguna referencia tangencial de libro / película / música, cierre en clave nuevamente surrealista, fin. Se sugiere la enunciación de, por lo menos, un personaje bizarro, ej: King Africa.

He recibido una postal desde Asunción del Paraguay: “¡Hijo de puta! ¿¿Bizcas?? ¡¡¿¿Bizcas??!!”

jueves, octubre 05, 2006

Estoy a medio metro de mí mismo.

Ultimos pasajes al lugar sordo en que la sangre se espesa como polenta con pajaritos, pero sin pajaritos, o por lo menos sin el pajarito que me contó cuál es el mejor lavarropas para lavar conciencias como la tuya.

PRIMER PAJARITO
Que me contó el origen de la palabra SPAM, o por lo menos de dónde viene la utilización actual del término: fueron los Monty Phyton, en un sketch muy divertido hace como veinticinco años. Transcurre en un restaurante donde la encargada le cuenta a unos comensales qué platos tiene para ofrecerles. En todos los platos hay SPAM, que es la contracción de SPice hAM (jamón con especias, o picante). La palabra se repite hasta el hartazgo durante toda la escena. Este uno de esos datos inútiles que me gusta encontrar por ahí.

SEGUNDO PAJARITO
Posible iniciativa empresarial a partir de idea de Osita que sufre los rigores del frío como pocos: gorros para la nariz. Escuchamos propuestas.

TERCER PAJARITO
Hace un par de años, un amigo y yo en tanto socios fundadores y únicos miembros del Merthiolate Emotional Trio compusimos un tango milongueado que contaba algunas peripecias de un malevo llamado Miguel “el Trapo” Corvalán. Hoy, que el extravío de la única copia de la letra ha condenado al inminente olvido a tan preciada canción, quiero homenajear aquel arrebato de inspiración trayendo ante ustedes el único fragmento que mi memoria conserva:

Nunca se le acobardaba a la huesuda,
el cajón estaba verde para él,
era bravo como canelón de azufre,
era nueve, pero jugaba de seis.

Era feo como tropezón a pata;
era duro como la tabla del tres....

CUARTO PAJARITO
Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. Memoria Completa. ¡SPAM!. Si la mención repetidamente imbécil de esta frase le produce irritación, se recomienda la audición de dos canciones: Curucucha, de Liliana Felipe. La dejo o no la dejo, de Albert Pla. Para el que quiera y no las consigue, se las mando por mail.

Empecé a sospechar que algo andaba mal cuando noté que el diálogo era digno de aparecer en las Memorias de Fernando Siro.

martes, octubre 03, 2006

Robin Hood - Post Tributo a Damos Pen@

Nacido de una idea tirada en el post anterior, aquí viene mi post tributo a Mantis.

Mi carrera delictiva, acaso esporádica, comenzó a la tierna edad de cinco años. Mis padres me habían arrastrado al domicilio de alguna pareja amiga y habían hecho conmigo ese acto insensible que todo padre hace en esas circunstancias: me dejaron en el living con el niño de la casa, como si dijeran “ahí tenés otro de tu clase, confraternizá, integrate y sobre todo, no nos rompas las pelotas por un par de horas”.
Ahí estaba yo, frente a un completo desconocido, obligado a coexistir sin saber si había entre nosotros algo en común, más allá de nuestra edad. Para colmo de visitante. Entre mi postura decididamente antisocial, y el recelo con que me miraba el anfitrión, ya desde el principio tuve la sospecha de que nada bueno saldría de aquello. Sin embargo, un vistazo fugaz me permitió entrever la presencia de unos autitos de colección reposando en el sillón: un horizonte potencial de afinidades se abrían de repente, porque no eran autitos de colección comunes y silvestres. No, eran réplicas de los autos que aparecían en los Dukes de Hazzard. Y entiéndase esto, a mis cinco años, los Dukes de Hazzard no eran más importante que Dios o mis padres. Los Dukes de Hazzard ERAN Dios, y mis padres posiblemente vinieran mucho más atrás en el ranking, entre el Auto Fantástico y Mac Gyver. El anfitrión y yo cruzamos una mirada que lo decía todo: algo nos hermanaba en medio de la hostil indiferencia de nuestros mayores. Tímidamente intercambiamos las presentaciones mínimas necesarias, y nos dispusimos a recrearnos. Pero el anfitrión enseguida mostró la hilacha: no permitía que ninguno de sus autitos estuvieran en mis manos un lapso de tiempo mayor que diez segundos. Al principio respeté su fragmentaria manera de compartir juguetes; al rato la situación se volvió insostenible: cuando el pibe se atrincheró en un extremo del sillón, amontonando apresuradamente todos sus autitos, supe que alguna clase de final era inminente en nuestra relación. Sólo en ese momento exterioricé un reproche. Y fui humilde: “¿No me prestás aunque sea uno?”. Su respuesta fue un “no” tan desagradable como el que podría salir de labios de un futuro votante de Macri. En ese instante, mis padres anunciaron la partida. Se produjo la distracción necesaria, y con una habilidad que me sorprendió incluso a mí mismo, arrebaté uno de los autitos y lo metí en un bolsillo. Nadie lo notó. Habría sido un debut innegablemente exitoso, sino hubiera cometido luego un error de principiante: ni bien hube llegado a mi casa, me puse a jugar con el autito a la vista de todos. Las investigaciones del caso no se hicieron esperar, y las recriminaciones de rigor llegaron con todos los lugares comunes imaginables. Hubo tentativas del castigo clásico que consiste en devolver lo robado a la víctima con disculpas y toda la humillación consecuente, pero creo que mis argumentos fueron lo suficientemente atenuantes como para que el daño se subsanara sin ninguna humillación de quien escribe.

Y ustedes, mis estimados, ¿alguna vez han delinquido motivados por el fuego que inflara el pecho literario de Robin Hood?