martes, noviembre 17, 2015

Y así nace la República Introspectiva de Mí Mismo.

Tengo un testamento a punto de explotar en la boca. Un legado de humo, la herencia de una sombra cenicienta y desmantelada a martillazo limpio. Me disuelvo en un coro de lechuzas electrónicas y frases hechas que explican lo blanco del blanco y condenan lo negro del negro.

PRIMERA LECHUZA
Convenientemente hermético, leo 'convenientemente' y recuerdo el desdén de Borges y Bioy Casares por los adverbios y no lo entiendo, siempre me gustaron mucho esos adornos narrativos, no me molesta la adjetivación de un adjetivo, ¿por qué tanto quilombo? pienso, pero claro, aquellos son leyendas y uno se queja de cosas en un blog.

SEGUNDA LECHUZA
¿Cómo sería un tuit de Borges? ¿Y de Bioy Casares? ¿Cómo sería Sábato en Facebook? A veces creo que no faltaría el que los bardeara con argumentos pueriles, como se bardea a un hincha de otro equipo. Me da un poco de cosa que la pelotudez humana esté tan a la vista, tan expuesta. Pero aquí estamos.

TERCERA LECHUZA
Porque, claro, es 100% seguro que alguien considera que uno es irremediablemente pelotudo (¿ven qué lindo, cuánta potencia le da a la palabra 'pelotudo' el hecho de que sea irremediable?). Sí, es cierto, con el relativismo no vamos a ninguna parte: hay quienes piensan que yo soy el pelotudo, pero se equivocan. Porque son pelotudos.

CUARTA LECHUZA
Hay mucha mariconería con el tema del sonido en la música. Que si el MP3 es lo peor que le pasó a la música. Que si el streaming y la pauperización del sonido y no sé cuánta mariconería más. No sé ustedes, capos, pero cuando yo era pendejo escuchaba mayormente cassettes grabados de cassettes grabados en equipos de música destartalados, o en walkmans con auriculares paupérrimos, en parlantes desconados. Si la música es buena, traspasa todo eso, muchachos. Yo lo sé. Ya ha sucedido. Hagan buena música y listo. El resto dejen que corre por nuestra cuenta.

El dedito admonitorio ése, usalo para un tocadiscos invisible, haceme el favor, pedazo de comandante de la nada, aquitecto del vacío, titiritero del silencio.

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