martes, octubre 03, 2006

Robin Hood - Post Tributo a Damos Pen@

Nacido de una idea tirada en el post anterior, aquí viene mi post tributo a Mantis.

Mi carrera delictiva, acaso esporádica, comenzó a la tierna edad de cinco años. Mis padres me habían arrastrado al domicilio de alguna pareja amiga y habían hecho conmigo ese acto insensible que todo padre hace en esas circunstancias: me dejaron en el living con el niño de la casa, como si dijeran “ahí tenés otro de tu clase, confraternizá, integrate y sobre todo, no nos rompas las pelotas por un par de horas”.
Ahí estaba yo, frente a un completo desconocido, obligado a coexistir sin saber si había entre nosotros algo en común, más allá de nuestra edad. Para colmo de visitante. Entre mi postura decididamente antisocial, y el recelo con que me miraba el anfitrión, ya desde el principio tuve la sospecha de que nada bueno saldría de aquello. Sin embargo, un vistazo fugaz me permitió entrever la presencia de unos autitos de colección reposando en el sillón: un horizonte potencial de afinidades se abrían de repente, porque no eran autitos de colección comunes y silvestres. No, eran réplicas de los autos que aparecían en los Dukes de Hazzard. Y entiéndase esto, a mis cinco años, los Dukes de Hazzard no eran más importante que Dios o mis padres. Los Dukes de Hazzard ERAN Dios, y mis padres posiblemente vinieran mucho más atrás en el ranking, entre el Auto Fantástico y Mac Gyver. El anfitrión y yo cruzamos una mirada que lo decía todo: algo nos hermanaba en medio de la hostil indiferencia de nuestros mayores. Tímidamente intercambiamos las presentaciones mínimas necesarias, y nos dispusimos a recrearnos. Pero el anfitrión enseguida mostró la hilacha: no permitía que ninguno de sus autitos estuvieran en mis manos un lapso de tiempo mayor que diez segundos. Al principio respeté su fragmentaria manera de compartir juguetes; al rato la situación se volvió insostenible: cuando el pibe se atrincheró en un extremo del sillón, amontonando apresuradamente todos sus autitos, supe que alguna clase de final era inminente en nuestra relación. Sólo en ese momento exterioricé un reproche. Y fui humilde: “¿No me prestás aunque sea uno?”. Su respuesta fue un “no” tan desagradable como el que podría salir de labios de un futuro votante de Macri. En ese instante, mis padres anunciaron la partida. Se produjo la distracción necesaria, y con una habilidad que me sorprendió incluso a mí mismo, arrebaté uno de los autitos y lo metí en un bolsillo. Nadie lo notó. Habría sido un debut innegablemente exitoso, sino hubiera cometido luego un error de principiante: ni bien hube llegado a mi casa, me puse a jugar con el autito a la vista de todos. Las investigaciones del caso no se hicieron esperar, y las recriminaciones de rigor llegaron con todos los lugares comunes imaginables. Hubo tentativas del castigo clásico que consiste en devolver lo robado a la víctima con disculpas y toda la humillación consecuente, pero creo que mis argumentos fueron lo suficientemente atenuantes como para que el daño se subsanara sin ninguna humillación de quien escribe.

Y ustedes, mis estimados, ¿alguna vez han delinquido motivados por el fuego que inflara el pecho literario de Robin Hood?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez en la primaria nos habían llevado a la fábrica de helados La Montevideana y me afané una calcomanía del Bugui de la Montevideana. Había una caja llena de calcomanías re copada y no nos habían dado nada, estaban ahí para gozarnos nada más, así que metí la mano y matanga.
Más tarde ese mismo día en el salón comentí el mismo error de principiante: Me puse a alardear de mi calcomanía. Todos me preguntaban cuándo me la habían dado y mi censura inconsciente no me permite recordar lo que contestaba. Lo que sí recuerdo es que una pendeja (por no decir una forra olfa chupamedias) me mandó olímpicamente al frente ante la maestra mientras se paraba a su lado y me miraba con ojos juzgadores a la vez que negaba lentamente con la cabeza, como quien dice: "así empiezan"

Anónimo dijo...

Hay ladrones de bancos contemporáneos que cometen los mismos errores: roban un banco en forma brillantemente mediática, se los traga la tierra, dejan mal parada a toda la policía, generan entusiasmo y apoyo en la población, y luego caen, víctimas de una rubia teñida y con arrugas, despechada porque la cornearon.

Salvando las diferencias, la problemática parece ser similar.

Mantis dijo...

Ja! Gracias por el tributo, porcino amigo.

Aunque si me permite, le diré que no soy partidario de lo de "no rompas las pelotas", ni de las textos carentes de párrafos espaciados.

Por lo demás, está lo suficientemente bien como para que si muero, usted herede Damos Pen@ y nadie, salvo mi futura esposa, en condición de viuda, note mi ausencia.

Y sí, una vez me robé un muñeco de GIJOE de la casa de un amigo, y fui lo suficientemente estúpido como para invitar a mi amigo a jugar y mostrarle los vehículos que había hecho con los "rasti", para tales muñecos.

Un saludo.

nolugareña dijo...

Hey! Co-equiper! hoy no te voy a decir que sos un grosso. Te voy a decir que SOMOS UNOS GROSSOS totales!

Y no hagas mas tributos a otros blogs porque les pasas el trapo.

Nunca robé nada. Soy mas de las que se "olvidan" de devolver las cosas prestadas.

Un saludete!

P.D: durante todo el relato estaba esperando la frase: "Dale! Prestámelo! Si vos lo tenés todos los días!"

Henrieta R. Hipo dijo...

Quedó buenisimo, salvo por algunos detalles que dijo Mantis ni se nota la diferencia. Y no, nunca me robé nada... por lo menos que yo recuerde.

Pvncho dijo...

Me paro, aplaudo, me siento, miro para un costado, me paro y aplaudo. Muy bueno.

Yo la verdad que juguetes no robé nunca, aunque si envidiaba mucho algunos juguetes de mis amigos.
Eso sí, con ellos robabamos seguidos frutas de los vecinos del pueblo, a tal punto que no tenía gracia que el vecino nos la regalara, la joda era "saltar el tapial". Hasta en la previa decíamos "duraznos como los de la vieja Saporitti no hay" o "las ciruelas del Ronco Medina son chiquitas pero son las más jugozas". El pueblo nos conocía, y nosotros eramos profesionales, el secreto conciste en no romper la planta, eso era lo que nos diferenciaba de los de la Brigada B (la otra bandita delictiva del pueblo). Es más hasta a veces, si era una viejita, le barriamos un poco y le dábamos de comer a las gallinas.

Chancho Piluqui dijo...

CB: Pocas cosas deben haber que inciten más a la delincuencia que las calcomanías de La Montevideana. Si la justicia divina existe la pendeja botona seguro estará ahora como cajera de Carrefour (traté de pensar el peor trabajo posible)

Ciudad: Es cierto, pero mi choreo no fue una obra maestra de la logística precisamente. Válido igual, gracias por pasar.

Mantis: Estoy de acuerdo con usted sobre lo aireado de su prosa. Yo lo sabía, pero por más que quise no encontré dónde meter un punto y aparte. Los muñecos GIJOE también eran taaaan afanables.

Atento: tema peliagudo el suyo, porque como casi todos hemos afanado algo alguna vez, es probable que es acadena se repita ad infinitum y agarrate.

NoLugareña: No lo quise decir en el otro blog por decoro, pero humillamos. Ah, no devolver cosas es una modalidad sutil de afano de la que he sido víctima no pocas veces.
A Fernando Bravo no se lo presto, a ver si no me lo devuelve.

JES, haga memoria, haga memoria....

Pvncho: ¡Sí, señor! Saltar el tapial era el eje de la acción. Lo demás era accesorio. En mi caso incluso, casi que no importaba el estado o sabor de las frutas robadas. Una vez saqueamos una parra y las uvas estaban verdes. EL baño de la casa de mi infancia todavía debe recordar las dos semanas subsiguientes a ese hecho.


Grazzie por pasar, gente.....